Esto estaba llegando ya a un punto que no me gustaba. Se suponía que tú y yo ya lo habíamos hablado y que escogimos una opción que nos pareció bien a ambos. Me diste tú a escoger, tú querías quizás más que yo que me sintiera bien. Yo sabía que lo que decidimos iba a dolerme, te dije que iba a estar bien porque realmente no iba a poder sobrellevar las otras opciones mejor que esta. Pero sí, cuando "zanjamos" la decisión, escuché un ¡crack! bajo mi pecho. Me habías repetido muchas veces que no ibas a irte de mi lado por eso, pero no me podía deshacer de la sensación de haberte dicho adiós y no hasta luego. No tenía esa presión encima, pero tampoco sentía que tuviera nada.
He tratado de dejar todo eso a un lado para no obsesionarme, he intentado anteponerme un poco en mis objetivos y he tratado de ignorar esos constantes ataques de celos tan odiosos que a diario me acosaban. Intenté a toda costa no darle mucha importancia al hecho de que no solo me gustabas ni simplemente te tenía aprecio, porque si lo hacía, estaba todo perdido. Me conozco.
Pasado un tiempo ya de eso, siento como que cada vez quiero menos ningún tipo de relación seria con nadie. Por lo menos no tan pronto. Me da la impresión de que mis sentimientos se esconden de mí, de que no quieren mostrarse, no quieren hacerme saber cuáles son. No tengo nada claro qué quiero, pero sí sé qué es lo que no quiero, y mi subconsciente también lo sabe. Y sabe qué podría llevarme a lo que no quiero, y lo evita a toda costa. Y yo me doy cuenta, pero no me quejo.
Siempre he sido alguien fuerte, muy fuerte; mi fuerza de voluntad podría mover montañas y mi sonrisa puede no apagarse nunca; mi paciencia es inmensa y mis ganas de hacer sentir bien a los demás también. Pero también he sido siempre alguien a quien le gusta que la protejan casi tanto como si fuera una necesidad. Por eso no me quejo de lo que mi subconsciente hace, porque si no hay quien me proteja, tengo que hacerlo yo.
Tú me proteges. Siempre lo has hecho. Pero repito que no pude deshacerme de la sensación de haberte dicho adiós.
Me encantaría poder juntar nuestros caminos como queríamos juntarlos al principio, me haría muy feliz, como tú me has estado haciendo todo este tiempo. Y, sin embargo, este subconsciente mío me grita que eso va en contra de lo que no quiero... de momento.
De todas formas, si hay algo que sí sé que quiero es tu sonrisa. Porque has llegado donde residían mis sentimientos y tanto ellos como yo amamos tu presencia a nuestro lado y la agradecemos.